martes, 6 de septiembre de 2011

Vértices


El vivo deseo de la carne puede mantenerse intacto, pero permanecerá latente por siempre. Aunque desaparezca en una fracción de tiempo determinada ese sentimiento de atracción, no será eliminado por completo. Es una condena eterna y se suma a otras implicancias inevitables.
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La historia es concreta, simple, sencilla: iba yo en un auto. Hablábamos con un amigo de diversas temáticas de septiembre: laburo, estudios, mujeres que vienen, mujeres que se van y así. A la espera de algunas bebidas en compañía de otros agradables sujetos dejamos que las palabras surjan fluidas en el transitar urbano. De repente semáforo en rojo, una esquina cualquiera de la ciudad. Cruza una mujer hablando por celular. Me llamó la atención, la imagine conversando conmigo y le agregué voz y gestualidades propias. Detalles. Luz verde, a marchar. Todo queda detrás como si nada hubiera existido.

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