Me confesó
en privado que había bebido un ron inglés (del cual no tengo más datos) y
dialogamos obsesivamente sobre que en ese momento debíamos vernos y beber un vino casualmente adquirido. Fue mi
idea y su inteligencia le dio el no antes de salir a mi encuentro. Aunque algo
cambió esa noche y he tratado de indagar en estos días qué fue, o por qué; no
he tenido respuestas más que una sensación única, irrepetible, que se manifestó
en el momento en que nos abrazamos en una siesta sin tiempo ni espacio,
bebiendo unas copas de limoncello (que según ella no es lemoncello, como
popularmente algunos nombran tan virtuoso licor de limón).
De ahí en
más algo se dibujó, como si una obra de arte hubiera tomado el control de la
vida. Todo
parece ser escrito por una mente maestra, que va colocando los acontecimientos
uno tras otro, encontrándonos a propósito y fuera de toda organización civil establecida.
Un incierto miedo me invade.
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Me pregunto si existirá alguna réplica tuya o si puedo encontrarte en el reflejo de un espejo.
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Me pregunto si existirá alguna réplica tuya o si puedo encontrarte en el reflejo de un espejo.