miércoles, 31 de octubre de 2012

A través del círculo



La circularidad de las cosas la encuentro en la literatura de grandes artistas y en Borges que me lo enseño y espero que lo siga haciendo. También en la vida, en instantes minúsculos en que creo que todo se vuelve a repetir, o que soy una pieza universal indistinta de las demás.
Así transito los días, pensando en que no vuelvo ni avanzo, solo estoy girando alrededor de todo lo sucedido. Fue cuando volvió y me trajo algunos recuerdos, frases del pasado, de inmemoriales tiempos, frases que fueron suyas, mías y de quien sabe cuántos más. Acusa cierta inconsciencia en el acto pero los mínimos estudios en comunicación me enseñaron que nunca hablamos sin una razón definida; no existe el azar cuando dos que supieron amar se encuentran.
Sin embargo los años pasan y dicen los viejos que no vienen solos. Se cambia tanto en poco tiempo, que uno olvida cómo fue ser alguien que ya no es. Uno cree haber sido siempre el mismo, el de los pensamientos instintivos, el que se entrega al frenesí de sus sentimientos, el histérico contradictorio, el que hace lo que quiere y sabe de largas noches, perversiones y sexo sin concepciones amorosas.
Es ahí, cuando uno se vuelve revisionista y en meditaciones consigue entender qué pasó. No es fácil aprender a ser el manual de ayuda de nuestra autoestima.

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Soy una disculpa temporal, una excusa del tiempo. Tal vez una obra abstracta, la fuente de una plaza o vos en los colores del sol.

En los árboles me suspendo y conozco la luz.

martes, 9 de octubre de 2012

Aceptaciones

Composition VII - Kandinsky
Aceptaré los secretos de las paredes y los ojos de las cerraduras. La inseguridad viril de los varones y los miedos virginales de las antiguas damas.
También acepto los vicios ajenos y las medidas del tiempo que imponen los relojes; la mediocridad de los hombres y la falsedad de los árboles en primavera. Asimilaré que abuso de las mismas palabras una y otra vez y no me importa en absoluto saberte sin mi cuando en el humo se dibuje un recuerdo.
Aceptaré el precio de mi soledad, el valor de mis decisiones.
Pero hay algo que no aceptaré: es que te sientes a mi lado y no sepas que escribo en tu nombre.
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Besaré mi mano ante cada convicción perdida y en imágenes creadas por mi dibujaré la sonrisa de mis amores.

Ensayo sobre una siesta en que nadie moriría jamás

Monet


El vapor de los cristales de arena renació al salir el sol de Tunuyán y me pregunté, tal vez escaso de tiempo o presionado por la distancia recorrida, si podría ser como el agua y no morir nunca. Transformarme en gas o líquido, o esconderme sólido en congelados continentes, ser hielo y risa, alcohol y sangre.  
No hay ilusión mayor que la de reencontrarnos. Ilusión que revive en la esperanza de redención, despertar en un estado distinto, sublime.  Todos compartimos el mismo miedo y enfrentamos el frenesí de los años sin pensar en puntos finales y renuncias eternas. 
Y me persiguen los miedos de la infancia, tan reales en el paso del tiempo. Me persiguen también en las siestas en que exaltado me despierto, y con el latido acelerado de mi innoble corazón extiendo un brazo al aire, con el puño abierto, tratando de tomar algo que ya no tengo y cierro de repente mi mano, pensando que salvo a todos del inevitable momento y que voy a vivir para siempre, junto a los míos que hoy están, junto a los míos que lágrimas han sido
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Y recuerdo en cada luz del amanecer la reproducción de su alma en el piso y el frío de mi mano acariciando un último saludo.