La
circularidad de las cosas la encuentro en la literatura de grandes artistas y
en Borges que me lo enseño y espero que lo siga haciendo. También en la vida,
en instantes minúsculos en que creo que todo se vuelve a repetir, o que soy una
pieza universal indistinta de las demás.
Así
transito los días, pensando en que no vuelvo ni avanzo, solo estoy girando
alrededor de todo lo sucedido. Fue cuando volvió y me trajo algunos
recuerdos, frases del pasado, de inmemoriales tiempos, frases que fueron suyas,
mías y de quien sabe cuántos más. Acusa cierta inconsciencia en el acto pero
los mínimos estudios en comunicación me enseñaron que nunca hablamos sin una
razón definida; no existe el azar cuando dos que supieron amar se encuentran.
Sin embargo
los años pasan y dicen los viejos que no vienen solos. Se cambia tanto en poco
tiempo, que uno olvida cómo fue ser alguien que ya no es. Uno cree haber sido
siempre el mismo, el de los pensamientos instintivos, el que se entrega al
frenesí de sus sentimientos, el histérico contradictorio, el que hace lo que
quiere y sabe de largas noches, perversiones y sexo sin concepciones amorosas.
Es ahí,
cuando uno se vuelve revisionista y en meditaciones consigue entender qué pasó.
No es fácil aprender a ser el manual de ayuda de nuestra autoestima.
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Soy una
disculpa temporal, una excusa del tiempo. Tal vez una obra abstracta, la fuente
de una plaza o vos en los colores del sol.
En los
árboles me suspendo y conozco la luz.