lunes, 19 de noviembre de 2012

Un vestigio de eternidad



Si algo describe al tiempo es su dualidad de sanar heridas y también de intangibilidad de lo eterno. Muchas cosas cambian: la gente envejece, los amores se olvidan, los campeonatos del ciclón pasan a ser un grato recuerdo y los edificios piden una mano de pintura. Hay otras cosas que no cambian o tal vez no tienen un punto de inicio ni final, es por eso que se sostienen inmortales en el tiempo.

Hay severas y aclamadas teorías sobre el porvenir pero ella tiene un miedo y lo compartimos. Le costó aprender a soportar la irracionalidad de la muerte pero admite saber que ahora es una aceptación y no un reclamo a Dios. Me contó sobre sus momentos de soledad, sus años de lágrimas, sus dudas por saber qué la apasiona y su miedo a la eternidad. Se acusa de inmadura pero sé que es una pantalla más. Todo es materia de discusión

Pasaron años y amores, temblores y algunos buenos finales, pero sin embargo cuando esgrimimos una palabra entre ambos sabemos que todas las noches que los calendarios han contado son irrelevantes, algo esencial nos une; el más allá de las cosas.

Algunas miradas saben a libertad