lunes, 25 de abril de 2011

El balde

Camicasio era el mejor en su rubro. Un ascético de su arte, como él llamaba “la lustración de zapatos”. No es ese el nombre de su profesión pero para él era así y los cambios no son su estilo.
Además de los elementos de trabajo, siempre llevaba un balde en la mano. No era necesario si tenía el cepillo y las pomadas, la capacidad, paciencia y vamos andando. Pero el balde…
La primavera era su estación favorita, Camicasio, le contaba a don Petrovsky, sobre sus sueños amorosos y además que se sentía una flor, porque el pelo se le abría de una manera singular, le crecía y se coloreaba y esa era la razón por la cual no trabajaba desde mediados de septiembre a diciembre.

Petrovsky era su apodo por supuesto. Ruso nativo, se escapó en los años de la vieja República Soviética y se instaló en una casa de dos ambientes en Benegas. Amante de Turguenev (o Turgueniev como le dicen también) y de la prosa de Tolstoi, hombre de armas tomar, esbelto pero añejo. Se enamoró del malbec en una noche de fatigas lejanas y dos copas en cada comida. Nunca reveló su nombre a los vecinos, “no viene al caso” comentaba en imperfecto español; para todos era “petrosky“. Mantuvo algún que otro encontronazo de intereses poco morales con Analía, la chica encargada del almacén de calle Roca. Nadie se enteró hasta que el novio la vio llevando dos kilos de pan y trescientos gramos de queso cremoso a la casa de Petrovsky, pasar la puerta, instalarse dos horas, treinta y tres minutos y cuarenta segundos. Tiempo cronometrado.
Camicasio escuchaba atentamente las historia de Petrovsky, porque no le entendía mucho y perderle el hilo era una falta de respeto, uno de los mejores clientes que uno puede encontrar en estos días, nublados, húmedos.
- Humedad, llovizna y frío… - cantaba Camicasio cuando ve doblar la esquina al emblemático al ruso.
- Camicasio. ¿Cómo lo trata el tiempo? - mientras el ruso se acomodaba mostrando sus lustrados zapatos, siempre limpios, pero la visita era una cortesía inevitable los martes.
- Como ve, no me gustan estos días, la humedad hace que mi cuero cabelludo empiece a brotarse cada vez y las flores… ¿recuerda lo que le conté sobre mi cabeza que se hace multicolor? Bueno, mire -. El ruso miró desconcertado una pequeña flor escondida entre los pelos del lustrador. Amarilla, pequeña, como esas pequeñas que nacen en el pasto.
- Nunca había visto tal cosa. ¿ha visto a un médico? Tal vez lo ayude. - replicó el absorto Petrovsky.
- No me lo va a creer - dijo Cami - El otro día, que hubo algo de sol, encontré una flor vió, y claro, no podía creerlo, pero usted sabe lo de la primavera que no salgo y esas cosas. Bueno, tengo miedo, debo confesarle. Una avispa comenzó a merodearme la cabeza, luego vino una abeja y extrajo el polen y se fue. Si es una flor sola no creo que haya mayores problemas, pero imagínese si salen otras, más abejas, no por favor.
Petro trató de calmarlo, pero el miedo tomó por completo a Camicasio, que no le gustaban las abejas y menos las avispas, que le hacían recordar a su ex mujer porque “ronda pero no pica”.

Analía siguió sus visitas de diligencia a casa del ruso. Aunque este quedó preocupado por la situación del único oyente que tenía, porque Analía era metódica en sus gustos de sabana y la almohada en la punta porque me gusta apoyar la pierna derecha ahí pero de hablar más de diez minutos nada, porque tengo que ir al almacén a trabajar.
Camicasio y la mano revolviendo el pelo todas las mañanas en busca de más flores, y un sábado, encontró otra flor y luego otra detrás de la oreja. Corrió hielo por las venas del lustrador.
Fue a trabajar como todos los sabados y nuevamente Petro apareció, esta vez se dio cuenta de entrada del mal humor del lustrabotas.
- Amigo Camicasio, usted anda mal
- Ni decir señor Petrovsky, mire - Le mostró las nuevas flores. Una era violeta y la otra era “no amarilla”.
- ¿Qué color es ese? Es un amarillo tal vez pero no y tampoco blanco
- Para mi es no amarillo, Es amarillo pero no es. Es no amarillo.
- No existe tal cosa -. Pero Petrovsky no entendía la magnitud del asunto o por lo menos la magnitud que tenía para el lustrador, que lloraba desconsolado.
El ruso, el asombro y sus zapatos volvieron a Benegas. Tal vez en un libro, se preguntó, pero las respuestas hay que buscarlas en las causas se dijo y ¿qué puede causar tal mal? El tiempo como expresión misma de la ansiedad.

El domingo Camicasio despertó entre sueños de amor y recuerdos de primavera, y María, la que era avispa pero nunca picaba, tan linda si estuviera en casa de vuelta. Se levantó somnoliento pero sonriente; jornada laboral. Tomó el balde, trapo, cepillo, pomadas y al abrir la puerta, una lluvia de colores invadió el lugar. Las flores giraron buscando el sol, la fotosíntesis, su reproducción más intima. Las más felices eran las ubicadas en las sienes, podían esconderse del sol por momentos, jugar en la sombra, dependiendo de la ubicación del portador de las mismas, que como maceta se quedo petrificado, al ver que una abeja sigilosa se ubicó cerca de su oreja. La tomó, la apretó para aniquilarla y el aguijón se clavo en la palma de la mano derecha. A lo lejos un zumbido, las flores contentas, sonreían entre ellas y Camicasio sin sorpresa siguió caminando.

lunes, 18 de abril de 2011

Disertaciones varias en los primeros minutos del diecinueve de abril

El fin simbólico del verano es la excusa perfecta para jugar con las palabras y preguntarle a ella sobre su mal humor, el desenlace de los días y la semana santa que se avecina. Es la razón mas fácil de argumentar porque el frío encierra a los personas en abrigos y las tristezas resurgen detrás del cierre de la campera.
El fin simbólico del verano fue el miercoles pasado cuando un zonda de los de siempre bajó al llano. Nada nuevo bajo el sol y esto no es una declaración contundente, solo un rejunte de memorias a la espera de algo. Tema común: esperar. ¿Pero qué?
Muchas cosas. Algunos esperan por el próximo partido de Godoy Cruz o las mejores jugadas del fin de semana pasado en forma de resumen televisivo. Un programa de radio amable y gentil que haga las veces de esa compañia ausente. Vivimos esperando, con paciencia o ansiedad: la llegada del verano,que se vaya el verano, que venga el invierno, adiós invierno, hola primavera quedate para siempre pero que llegen las vacaciones y me cansé de no hacer nada que vuelva la rutina. Un círculo de costumbre. El heladero es la vida y vos sos el que pierde tiempo eligiendo los sabores y los minutos no volverán.
No nos vamos a andar quejando de los minutos perdidos. Pienso en que hay que dejar la ansiedad para otros días que no vendrán. No hay que alarmarse porque las historias renazcan día a día. Todo lo nuevo ha de ser bienvenido si trae alegría en paquetes o maldecido si trae desgracia y depresión.
Al fin de cuentas, es más complicado ser feliz que pensar que se es feliz. Son dos estados distintos. Uno es la concreción de un estado perfecto inalcansable por los seres, otro es la negación de un estado normal en los seres. Analogías varias para ambos casos sería un desperdicio de letras repetidas. Y estas letras son repetidas, porque no hay nada nuevo bajo esta luna que me ilumina en Dorrego esta noche. Solo me queda imaginar alguna que otra historia de los que lean esto o no, de los que se esconden en sensaciones irrelevantes, en conversaciones sutiles y en amores sin validez romántica.

No hay que preocuparse; siempre estaré ahí y viviremos para siempre.

domingo, 17 de abril de 2011

Carente de métrica

Cada ilusión del espíritu se pierde en las avenidas más pobladas de la ciudad.

Me pregunto ante todo eso si es posible encontrarle una compatibilidad al alma o una dialéctica perfecta. Alguna lucha de poder, o encuentro de índole superior.

Cada duda es un fracaso de la razón. Vivimos en tiempos paralelos, no conjugados.

Los ojos se secan; faltan lágrimas. Faltó llorar. Faltará tiempo.


miércoles, 13 de abril de 2011

Situaciones. (uno)

Una cosa puede tener un solo significado pero los demás detectan otros mucho más ocultos y describen soluciones en laberintos indescifrables donde la única salida es la muerte.

Situación uno: lo que no se vio en la "poética" de Aristóteles

Un teatro de una pequeña, simpática y acogedora ciudad recibe por primera vez a un conjunto galo de música sacra. El evento, de carácter excepcional, rompe los esquemas de todos los shows hasta ahora presentados en la localidad. Más de tres mil personas (el doble de población de la ciudad, que no sería una ciudad pero si se le llama pueblo alguien puede perder sus noblezas) se dieron a la cita. El coro galo comenzó a cantar una reversión remasterizada y reeditada por el director de “I want to know what love is” de The Foreigners, que con una base electrónica guió a sus coristas a una explosión de sensualidad que contagió a los presentes, enfervorizándolos de tal manera, que un grupo de mujeres atacadas por los orgásmicos acordes abusaron de tres hombres con bigote que estaban sentados tranquilamente en los asientos 2, 3 y 4 del viejo pullman. Pero solo fue el primer aleteo de la mariposa, porque todo el pullman e inclusive la planta baja se entrego a la pasión, que terminaría en escasos minutos, producto de una “falla técnica” en el reforzamiento de las columnas que sostenían el añejo pullman y puff se desplomó, aplastando a gran parte del público.

domingo, 10 de abril de 2011

Locos en armas

Los caminos al amanecer de la felicidad y el amanecer redundante en las poesías. Siempre. Aparece,desaparece, reaparece en todos, y cada uno de aquellos que escriben y exhalan en letras sus penas, amores, poder de convicción, declaración de principios ajena; mañana a navegar entre miles de personas y esa aglomeración de seres que llaman sociedad en los libros sociológicos.

Podemos construir analogías, utilizar alegorías y enciclopedias para recomendar el uso de los conocimientos. Aclarar por las dudas y nos encontramos en algún lugar, cerca, lejos, no importa. Los fines se recuerdan cuando se concreta lo planeado o la sorpresa marca el corazón.

Y de noche, como si nada, esperar algo. Como esperan algunos locos en armas que dejan de respirar para llegar al otro lado o se entregan a los somníferos. En los sueños las respuestas son precisas y las leyes no existen.

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Una serie de canciones me obligaron a parar las rotativas. Se sobrepusieron al malestar, al aburrimiento y cambiaron el final del día.
El final del día y una nueva semana que comienza, otra más como todas las anteriores en más de dos décadas. A veces me pregunto si dejar de contar el tiempo me solucionará todos los problemas, los miedos y la infamia de la vida misma producto del jugar en sociedad.
De jugar en sociedad si somos seres sociales no puedo escapar. No quiero escapar porque no puedo y no puedo porque no quiero y de esta manera funciona el razonamiento: cambiando el orden de los factores en busca de alteraciones.
Las alteraciones son consecuencias de efectos que son efectos de consecuencias. Esto que estoy diciendo (diría Borges) es baladí. No respeta un orden lógico.
Pero al final la lógica es escupir ilusiones y no estoy de acuerdo. Me quedo con mi falta de orden.

jueves, 7 de abril de 2011

Un juego, un laberinto

Aclarar como es el arte de acercarse a alguien que nos atrae es una redundancia a la que ya varios han dedicado enteras paginas, y no es el caso, no pretendo explicar un hecho concreto, casi científico ni entrar en melodramas superiores. Es pura poesía en el aire sustraída por algún corazón caprichoso o por los hechos que se encadenan uno tras otro.

Nos encontramos de casualidad dirían los escépticos. No creo que haya sido así, estamos juntos hace tiempo, o por lo menos, compartimos los mismos momentos. Un juego, un laberinto que nos cruza simultáneamente. Ahí estamos. Entre miradas cómplices, pasamos y sin darnos cuenta ahí estamos. En una esquina perdida de la ciudad, en un recreo del colegio, comprando tortitas en la planta baja, en el patio enorme donde todos los cursos dan la puerta. Ahí estamos, entre hombres y mujeres, jóvenes y niños, adultos, ancianos. Los días que al pasar terminan y se repiten , los años que pasan sin que uno caiga en la madurez del tiempo.

Me pregunto que habrá sido lo que nos llevó a esto, a encontrarnos entre palabras escritas, de modo epistolar. Tal vez jugamos a la rayuela y nunca lo supimos. Tal vez te compuse una canción sin conocernos, y mis primeros acordes eran tuyos. Quizás, no sé, pero estábamos ahí, entre todos y sin vernos.

Soy de los que cree que todo es por algo y eso mínimo define la generalidad de las cosas. Un efecto mariposa o como le quieras llamar. Estoy seguro, que la vida es un laberinto, con entrada y salida, por momentos difícil, en que se nos presentan paredes impenetrables o curvas irresolubles; y vos siempre ahí entre las adversidades supiste avanzar. Entre mis adversidades supiste aparecer. Esas sombras que se veían y no supe de quien eran te pertenecían: tus movimientos que yo veía y los míos que vos veías. El desenlace final, en que descubrí en todos los ojos los tuyos y sin haberlos visto nunca se que siempre fueron los que me miraron.

lunes, 4 de abril de 2011

Lo que deja un fin de semana de abril.


En una nota editorial de principios de los 80, García Márquez le comentaba a sus lectores su humilde parecer sobre la actualidad del amor en aquel entonces. Decía (lo diré con mis palabras a falta del libro en la mano para copiar textualmente las citas correspondientes) que en los 60 fue la explosión del sexo y que ahora (por los 80) había una explosión del amor, más que sexo, amor, o una fusión de ambos con amor por sobre todas las cosas, y su papel como motivador de cambios en el mundo.

Me pregunto si ahora es posible un amor destructor que arrase con los males y de utopías hablamos. En una cena de pizzas con Bernardo y Raul cruzamos ideas sobre las cualidades positivas de la salsa y la solución comunista, muertes mediante, que calmaría la ansiedad y el hambre y el fin de la lucha de clases. Me doy cuenta que es una forma de amor y andá a saber si Bernardo lee esto me dirá que soy un "burgués romanticón y depresivo". Acepto la acusación si es que ocurre.

Me quedo con las respuestas, las acciones van a tardar en hacerse por si solas. Anoche escribí un mensaje a una bella dama sobre la posibilidad de encontrar más de siete estrellas en el cielo de la ciudad. Consiste en jugar a buscar estrellas en el cielo, sin desastres poéticos, solo el hecho científico de la luz que nos obliga a ver un cielo sin muchas cosas interesantes, excepto algún avión o si tuviéramos el placer me encantaría ver un zeppelin atajarse contra una torre de alta tensión provocando fuegos de artificio gratuitos a baja altura. El sentido de esto no es más que el bajar la vista y buscar luces en la ciudad, que entre tanta oscuridad iluminada, algunos soles revolucionarios andan dando vueltas por ahí.