lunes, 18 de abril de 2011

Disertaciones varias en los primeros minutos del diecinueve de abril

El fin simbólico del verano es la excusa perfecta para jugar con las palabras y preguntarle a ella sobre su mal humor, el desenlace de los días y la semana santa que se avecina. Es la razón mas fácil de argumentar porque el frío encierra a los personas en abrigos y las tristezas resurgen detrás del cierre de la campera.
El fin simbólico del verano fue el miercoles pasado cuando un zonda de los de siempre bajó al llano. Nada nuevo bajo el sol y esto no es una declaración contundente, solo un rejunte de memorias a la espera de algo. Tema común: esperar. ¿Pero qué?
Muchas cosas. Algunos esperan por el próximo partido de Godoy Cruz o las mejores jugadas del fin de semana pasado en forma de resumen televisivo. Un programa de radio amable y gentil que haga las veces de esa compañia ausente. Vivimos esperando, con paciencia o ansiedad: la llegada del verano,que se vaya el verano, que venga el invierno, adiós invierno, hola primavera quedate para siempre pero que llegen las vacaciones y me cansé de no hacer nada que vuelva la rutina. Un círculo de costumbre. El heladero es la vida y vos sos el que pierde tiempo eligiendo los sabores y los minutos no volverán.
No nos vamos a andar quejando de los minutos perdidos. Pienso en que hay que dejar la ansiedad para otros días que no vendrán. No hay que alarmarse porque las historias renazcan día a día. Todo lo nuevo ha de ser bienvenido si trae alegría en paquetes o maldecido si trae desgracia y depresión.
Al fin de cuentas, es más complicado ser feliz que pensar que se es feliz. Son dos estados distintos. Uno es la concreción de un estado perfecto inalcansable por los seres, otro es la negación de un estado normal en los seres. Analogías varias para ambos casos sería un desperdicio de letras repetidas. Y estas letras son repetidas, porque no hay nada nuevo bajo esta luna que me ilumina en Dorrego esta noche. Solo me queda imaginar alguna que otra historia de los que lean esto o no, de los que se esconden en sensaciones irrelevantes, en conversaciones sutiles y en amores sin validez romántica.

No hay que preocuparse; siempre estaré ahí y viviremos para siempre.

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