miércoles, 20 de octubre de 2010

Anaquel

-"El corazón lo vendí hace tiempo, pero las ganas de amar resurgen con la primavera; anacrónico. Toda temporalidad y respeto del espacio se abstrajo a niveles tan absurdos que no logro comprender nada. Punto y aparte. La vida misma no creo que sea un juego, tal vez, es un circo... circo de payasos de esos viejos y grotescos, que te asustaban cuando ibas al cumpleaños de un primo. Humildes y yo en las tinieblas.". Expresó. Café y medialunas sobre la mesa demostrando lo simple de sus objeciones a la vida.
El sol de las nueve comienza a quemar el brazo y la sombrilla se corre para proteger la piel. Siempre imaginé que la opción más valedera es aquella que guarda un orden lógico correspondiente arriesgando un final estático poco sorprendente, digno de aniquilar cualquier vestigio de creatividad. Buscando en el horizonte aquellas anhelos de satisfacción que el tiempo negó, tomó un sorbo entrecortado por el temblor de la mano inhábil: - "Siempre soñé con ser una nave espacial, viajar por el espacio y convertirme en rosa. Si... una rosa como las de tu jardín, esas que tienen bordes amarillos y son rojas en su interior. Como esas rosas de tu jardín hay muchas, pero quiero ser como una de esas. La que se cayó al lado tuyo esa mañana nefasta que descubriste el concepto del amor en un frasco de membrillo y por eso nunca más amaste".
Finalizada la aventura de conservar un desayuno de quince pesos, nos levantamos de la silla y en la peatonal dimos los últimos pasos de burócratas que firman la expulsión de una alianza que deciden bifurcar para formar parte de los recuerdos. Solíamos intercambiar teorías de amigos y Perón, conquistarnos una o dos veces por semana como objetivo primordial de subsistencia, trabajo, estudios, la interminable crítica de Kant y el equinoccio de septiembre, mar o montaña, cartas. Nunca entendió que le quise decir sobre la importancia del equinoccio; mirada de rendición y los mortales alrededor:- "tu equinoccio me hace recordar a la fuente de la rotonda de la República. Su alto nivel de inutilidad logra desanimar toda la zona cinco kilómetros a la redonda. Le falta agua. No te entiendo". No es necesario. Cruzamos risas cómplices y el silencio reinó el recorrido. Silencio, nada.
Cualquier discurso hubiera estado de más. Besos en la mano y el miedo de dar la vuelta, la eternidad de lo infinito, morir, renacer, sus conceptos de melancolía, la poesía y su dios. Miradas al norte el frío volverá; mi reloj en su cartera.

miércoles, 13 de octubre de 2010

La oscuridad del cielo


Me desperté con el rumor de la lluvia. Las gotas chocando con la maleza, las veces de despertador en el oído, como susurros eternos antes de volver del mundo onírico y esa sensación de morir como destino edípico insoslayable. Los rulos enredados en la almohada y la aguja al alcance de la mano; oportunidad única de transcurrir en errores pasados. La imagen de la lluvia plasmada en la retina. Si supiera abrir los ojos todo sería fácil.

Me desperté sumido en un éxtasis irrefrenable de corazonadas y alucinaciones, dando vueltas en la libertad de una situación inamovible. Si supiera abrir los ojos podría escapar, pero soy libre. Aunque compartir este concepto de libertad perfecta con vos dentro de mí me condena. Una condena ejemplar, sin juicio previo, impuesta por los dictados inconscientes de las locaciones recónditas de eso que algunos literatos llaman alma; las alas de la razón.

Me pregunto si me desperté. No me mires. No hay puertas, salidas, ni ventanas al exterior, es todo oscuro pero si caminas nunca encontraras la pared, no tropezaras, no hay piedras de oro ni tampoco esferas, cuadrados, rombos, formas estructuradas por la mano. El hospedaje más cruel es aquel que carente de cortesía y de sabanas limpias te hace sentir único.

Veo el sol pero me perdí en el reflejo del mar en los ojos eternos que llevas en vos. Ahí está eso que busqué con ansiedad de mesías que todo solucionará. La oscuridad del cielo y el sol, como único referente que te ilumina mientras tomo tu mano entre las sombras.

Me desperté con el rumor de la lluvia. El agua chocando contra el vidrio y los dibujos de las formas acuíferas. El mar que entra por la ventana, el gusto soberbio de la sal en los labios, entre los brazos el amor, las depresiones disparadas al aire y la pasión de resucitar esa vieja obsesión.

lunes, 11 de octubre de 2010

¿Usted trabaja?

Dadas las características impuestas por el mandado real debo confesar que en mis sueños de vigilia pienso que la mejor respuesta a la pregunta “¿usted trabaja?” es, sin titubeos: Si, me dedico a la compra y venta de artículos para el hogar. Claro… la expresión ajena he de imaginar que se va a desfigurar para luego configurar una paulatina decepción sobre la vida de la persona que está escuchando que le dice, con tal libertad, que se dedica a la compra y venta de artículos para el hogar. No ha caído tal postor en la cuenta de desmembrar esta oración y descubrir que es lo que en realidad hace esta persona que intercambia y adquiere productos domésticos sin especificaciones concretas.

Como primer paso analizamos la palabra hogar y nos imaginamos una casa con humo, una chimenea y unos leños ardientes en su interior que son esos mismos que hacen el humo de la casa vista desde afuera. Adentro esta la chimenea, lógico, que tiene leños, y valga la redundancia de imaginar esta imagen siguiendo los pasos recién descriptos. Aquí pueden ocurrir dos cosas: primeramente el efecto símil alucinógeno de volver a jardín de infantes es perjudicial para los adultos porque se configura un concepto de libertad al que jamás regresarán. Pero si un viaje astral los lleva hasta allí, sus conceptos se complejizaran de tal manera que pueden perder la capacidad de ser imbéciles por naturaleza propia que los “no niños” cargan consigo; los niños actúan de tal manera que no los juzgaríamos nunca como imbéciles o con los sinónimos que surjan, porque están en etapas iniciales de entendimiento. Si un adulto actúa como “un niño” será juzgado por sus pares hasta la mismísima muerte, real o simbólica, pero muerte al fin. La segunda opción es la siguiente: imaginar una casa con humo y chimenea es aceptable para todos aquellos que les gusta la montaña, porque el estereotipo cultural occidental indica que una casa con “humo” dibujada a mano alzada nos da la pauta de que nos encontramos en la montaña ¿en qué montaña? En una de un país del hemisferio norte seguro y en zonas donde haya una fusión de montañas, pinos y nieve en niveles aceptables para desarrollar la vida. Para concretar eso se precisa capital y es nocivo para todos aquellos que no pueden ostentar el estilo de vida que acabo de contar. A pesar de todo, es subjetivo. Pero la construcción gramatical explica la perfección de que solo existen esos dos caminos en la palabra “hogar” incluida en la aseveración del sujeto X quien formulara la oración inicial.

Compra y venta. Explayarse sobre esto es muy simple, pero a la vez guarda cargas semánticas insospechadas para el oyente común. Tal vez entendemos que se refiere al mercado: producción de bienes y servicios que satisfacen necesidades que se vuelven a recrear para que el sistema económico capitalista funcione como dicen algunos libros de los liberales. ¿Realmente se refiere a eso? Ahora vamos a una representación de la conversación entre dos sujetos. El sujeto X le dice al sujeto Y que se dedica a la compra y venta de artículos para el hogar. El sujeto Y, ser social inmerso en una sociedad que se basa en codificaciones propias de esa cultura, observa haciendo las veces de Holmes y puede captar diversas ideas en base a sus filtros. Nada nuevo. Si lleva traje y corbata, huele bien y pronuncia las eses pues entiende que el sujeto X es exitoso, talentoso, no tiene problemas de acidez y sabe elegir una buena corbata entre miles. Si el sujeto X no lleva el traje y lleva una camisa a cuadros gastada y un jean azul, la conclusión es determinante: el sujeto X se dedica a algo que es poco rentable, pero parece estar seguro de sí mismo, se cae de maduro que es narco, trabaja con mujeres vendiéndolas sexualmente y además no sabe lo que es comer una pasta con camarones. Seguimos así podemos dilucidar varios ejemplos más pero no viene al caso.

“Me dedico…” y si… el agua clara no es tan clara como esto. Muestra que no es universitario. Pues se dedica y no ES. Otro sujeto ante la pregunta “¿usted trabaja?” hubiera contestado, si es un profesional universitario: Soy Licenciado en Sociología o cualquier otra carrera. Pero el sujeto se siente en un nivel superior de sí mismo, en el cual está claro que “SOY” es superior a “ME DEDICO” o “TRABAJO VENDIENDO PAÑUELOS EN UNA CONFITERÍA”. Ilusos.

Conclusiones simples, no contamos nada nuevo. Pero vale la pena recordar que una sonrisa esconde tras si todo un mundo de abstracciones poco convencionales.

martes, 5 de octubre de 2010

Noche en el Boulevard

Escucho Fritha Alone de Camel y siento el cansancio caer, como aquel vaso de agua que al romperse disperso sus partes en el piso; nadie lo recogió y una duda comienza a surgir. La noche digna para esos cigarrillos en el boulevard de la República, entre la soledad y la humedad del pasto. Sentarse y mirar en busca de otras miradas que no estan, porque la sola lógica nos indica que es poco probable, que en una noche de destilados alcohólicos con humo y melancolía se presenten todos aquellos que estan. No estan. Estan.
La colilla quemada despide sus últimos aromas de alquitrán y arsénico como las familias despidieron a sus soldados en abril y jamas volvieron. Como llorar y sumarse al mar.
Sentado en el Boulevard de la República, el faro no ilumina como antes. Se apaga de a poco como las almas de la ciudad que los monstruos interfieren para aniquilarlas y disolverlas entre los ácidos de época y superficialidad. La trampa y el ratón dando vueltas.
Cuando la luz del farol se apaga por el viento que sopla, las hojas como única orquesta en la noche y todo como una imagen se difumina en mis ojos al encontrar los tuyos en la eternidad fuera del mundo fenoménico; lo racional logra la abstracción y veo que nos vemos sin darnos cuenta que estamos, dejan de significar las palabras y en actos impropios para la ocasión el silencio se rompe, como los cristales que sostienen el agua que una vez dividida espera morir para volver a encontrarse

sábado, 2 de octubre de 2010

Siesta de un sabado


De corazones me hablaron y me quedé en casa, resguardado por el reflejo solar candente, esplendido y digno de aplausos que por la ventana entró sin pedir permiso ni pasar por mesa de entrada; no sabe sobre el modelo burocrático de Weber. Me imagino una charla con el sol que solo viene de día y caigo en la redundancia de las palabras que escribo y nos quedamos en la nada nuevamente. Pero vuelvo. Conversar con el sol es técnicamente imposible, nos separa una distancia tan grande como el mensaje de un ser amado y despreciado al mismo tiempo cayendo en categorizaciones populares poco puntuales que no expresaré por cuestiones éticas insoslayables.
Descubrí el concepto de soledad en la siesta del sábado: teniendo los medios de comunicación desperdiciarlos en uno mismo, esconderse en abstracciones vagas y desafiar el destino de la humanidad en forma de mandarina que gajo por gajo se consume, día a día. Mi propio concepto que tal vez no es compartido por algunos, o tal vez si, pero no es un dato de importancia. Solo improviso estas letras para dejar escrito mi sensación y mi queja sobre las relaciones virtualizadas y sobre esos críticos de las relaciones recién nombradas, que actúan como los seres serializados que acusan de ser virtuales, poco comunicativos y carentes de una expresión oral acorde a las circunstancias que el liberalismo exige para el desarrollo de facultades de negociación de mercado superiores.
Vestirse, levantarse y abrir la puerta; los arboles brotan en primavera