lunes, 10 de diciembre de 2012

Santas confusiones

La montaña de las dudas - Cristina Alejos Cañada


El hablarte es un acto que un dios no podría admitir como eterno, yo en cambio si te encuentro en cualquier lugar tengo las argumentaciones válidas para saludarte y sostener mis palabras para que no mires la hora.

Tampoco los escépticos justificarían el acto. No pretendo hablar nada concreto ni abusar de sutiles indirectas que revisen lo vivido. Las explicaciones las encontré en el silencio, en las noches y en todos los amores que pasaron y sucumbieron en mi alma. Pero si te asimilo en cada canción, en cada fracción de genialidad artística, es porque algo insospechado, inmaterial, ha quedado perdido en algún lugar. Esa parte de mí que dejé y que pretendo buscar aunque no creo saber para qué.

No puedo jurar ningún santo ni construir castillos de arena. Tu belleza intangible lo impide y no aprecia discusiones.

martes, 4 de diciembre de 2012

Hojas de agua

guardias de la Isla de Pascua - Cristian Seebauer


En la noche mi ser es poesía. Puedo ser yo, acá, antes y después, puedo ser yo mañana sin haberlo vivido, como puedo ser quien fui sin haber existido.

Susurran las hojas ante tan inminente lluvia, de esas que escasean por estos lados. Rumorean todos en sus habitáculos quejándose de la creatividad de los poetas que esperan las nubes y los lugares comunes para escribir romanticismos, ideas de amor trilladas desde el inicio de la historia.

Inventamos conversaciones y oportunidades, dialogamos sobre lo que fue y lo que haríamos si volviera el tiempo a conjugarse. Algunos miedos los incorporamos para ser parte nuestra. Encontrar el día para expulsarlos es una opción que requiere voluntad y nadie nos paga por eso. Se gana el orgullo en cada paso, perdemos la soberbia en cada verdad que admitimos.

Ya no soy el mismo que se despidió con una rosa.

Si nos volvemos a perder espero que sea para siempre

domingo, 2 de diciembre de 2012

El último fin de los sueños

Noche en la Toscana - Cristian Seebauer


Siempre me he dejado sorprender por las citas de la filosofía y los placeres de la vida. En cada esquina que cruzo espero una sorpresa y aunque en varias no ocurra nada, no pierdo la esperanza.
Si de los días he podido sacar conclusiones, una de ellas ha sido la de no volver a cometer los mismos errores. Como ser contradictorio y humano, me gusta ver las piedras con las que tropecé para saber si ahora puedo levantarlas sin que me afecte su peso. Poder tirarlas al río o colocarlas en una repisa de fracasos constantes y admitir mi superación. 
No hay arte ni capricho que escape a la subjetividad.

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Las noches de mi ciudad a veces me sorprenden: viajar bajo un techo de cristal y mirar el amanecer, temer por la muerte y sorprenderme de llegar aun con vida, si es que esta percepción de ilusiones sigue siendo lo que yo solía conocer.  
Tal vez no vuelva a dormir, tal vez nunca más sueñe;  ya todos mis sueños he soñado.