sábado, 25 de diciembre de 2010

De ciclos y contradicciones

El frio de los pies acobarda mis intenciones. Aunque hecharle la culpa al frío es de poco valiente, a pesar de eso, me gusta encontrar excusas creíbles en este momento de incertidumbre tan caprichosa y molesta. Factor de problemas casi alérgicos, que interrumpen esa felicidad de verano tan particular y poco real, que es efimera en su condición primera.

Pienso en una historia, no tengo ninguna. Pienso en contradicciones, tengo todas. En esa dialéctica, una pelea interna entre lo que soy y lo que soy sin admisión, se libera sin cuartel, causando bajas y heridos, sin muertes. Los conceptos confusos, se vuelven más difusos, y la nube tapa los acordes.

Estar varado en la montaña, en una noche tan excelente y sabiendo que no soy solicitado por ninguna de las partes, me convierte en un quejumbroso espectador de mi propia ineficiencia. Me animé a improvisar una historia rápida y poco gráfica que borré con el codo, por miedo a ser el protagonista.

En las conversaciones que solíamos tener, siempre existe un momento en que me autudefino por miedo a ser captado de una manera que me defenestre ante la interlocutora intempestiva. Se eso desde que ella me lo mencionó, con su sutileza digna de lady rebelde de alguna realeza europea.

Lo que destacamos era esa particularidad de conocerse frente a frente, de vernos y no gustarnos más. Nuestras realidades son diferentes, tal vez ella juega, yo no, pero si no juega igual estamos compitiendo. Careteamos el momento, buscamos la ocasión y se dio mediante un motivo válido y de intereses comunes. Recuerdo que me dijo que cuando la vea, se me pasaría ese efecto creador pero aquí me encuentro escribiendo. De ojos zarcos y facciones extrañas, lo que me llamó la atención en su voz, fue la aspereza, producto de varios cigarrillos por día. Aunque admito que el humo le juega bien con las expresiones y concuerdo con ella misma que se definió como una sabelotodo del tránsito por la vida.

Me quedo con el detalle de “no soy lo que pensás” y si sos lo que pienso entonces estamos ante una problemática de fácil resolución: brindo por las causalidades que nos encontraron.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Momento justo

Los últimos cinco minutos en que mirás la taza de café por la mitad. El momento exacto en donde levantas la mirada y ves una puerta que se abre: el momento justo para escapar. El contexto presiona y no te deja. El corto trecho hasta el pórtico divino se llena de obstáculos invisibles.

- ¿Existe esa libertad tan ansiada? - Me preguntaba mientras conquistaba con mis dedos las migajas de lo que quedó del desayuno. Reflexivo ante mi propio cuestionario, me vi en la obligación de responder de alguna manera para lograr calmar mis ansias enfermizas. Pero mis pensamientos chocaron con instintos asesinos de épocas pasadas que todavía conviven en mi interior como dos polos antagónicos, que luchan por sobrevivir en una guerra sin fin, sin armas, sin argumentos válidos que debatir entre ambos.

La taza de café esta por la mitad; hace las labores de reloj de arena, con la única diferencia que los segundos corren a capricho del consumidor.

En un destello de lucidez comprendí la vanalidad de mi vivir. En un lapso quise desaparecer, pero no quise asumir el riesgo. En un instante busqué a alguien que nunca volverá para que me ayude. Al encontrarme solo entre el café y mi corazón, todo cobró un sentido imperial que destruyó los últimos vestigios de mi orgullo y me obligó, de un modo extraño, a esconder mi alma por un momento y huir.

Los últimos cinco minutos en que miré la taza de café y escapé sin explicaciones. La jugada exacta para dejar las culpas detrás de la azucarera que esta sobre la mesa. La libertad tan ansiada rompía en mi como el viento frío de un día de invierno, pero el placer de probar lo inexplicable no tenia descripción con las palabras.

Los transeuntes me advierten sobre lo desconocido de lo nuevo, sobre el peligro que ha de venir como un vengador de los tiempos de la inquisición. Pero no comprenden que fue una fracción de tiempo decimal la que terminó con años de fragmentación de sentimientos internos.

Las decisiones importantes; los vaivenes del amor; la crueldad humana; las hazañas de los gigantes; la utopía del comunismo; las lágrimas corrosivas; los sueños en conjunto; los anhelos ajenos; lo que siempre quise ser cuando sea grande; el dios malvado que todo se lo llevó por antojo; la extraña sensación de que nada cambiará; los años detrás; los años por venir; la taza de café por la mitad y la frente al norte: el momento justo para crecer

Nota:
lo escribí hace más de un año, nos reencontramos y dialogamos como buenos amigos

domingo, 19 de diciembre de 2010

(Des)Encuentros en la noche

Deberías levantar la mirada para saludarme. Me desespera la cruda actividad de distraerme para observar tus movimientos, a ver si se te escapa la vista y se entrecruza con la mía. Como fumar en la oscuridad y no darse cuenta cuando el fuego quema el dedo; el efecto. Sobrevivo en base a imaginar el paso del tiempo, a preguntarme los espacios que quedan entre la distancia que nos separa y ese punto culmine de ilusión que mi percepción genera, en que sonreímos y el atardecer carcome la montaña.
Porque trato de intuir si el deseo es recíproco, solo trato. Porque en el intento solo pierdo la esperanza y en la esperanza no pierdo más que el intento de algo que no ocurrirá a menos que la suerte cambie. ¿Suerte la mía? No le veo ninguna suerte, a escribir por las noches, enterrado en mis sentimientos aquello que los demás desconocen. En desconocer se encuentra mi problema. ¿Alguien me conoce? La busqueda de la respuesta rebota en las paredes, quiebra la tranquilidad y se esfuma con el viento que desliza la cortina.

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En los vestigios de la noche, una amiga insospechada apareció sin chaleco antibala y le pregunte sobre su presencia en la madrugada. Sus contestaciones monosilábicas dejaron ver su malhumor reinante. Decidió no contarme que le sucedía, pero algo en ella se muestra frágil y me encantaría poder ayudarla, o tal vez, solo escucharla, que es de gran ayuda en momentos de tensión o de profunda tristeza.