domingo, 19 de diciembre de 2010

(Des)Encuentros en la noche

Deberías levantar la mirada para saludarme. Me desespera la cruda actividad de distraerme para observar tus movimientos, a ver si se te escapa la vista y se entrecruza con la mía. Como fumar en la oscuridad y no darse cuenta cuando el fuego quema el dedo; el efecto. Sobrevivo en base a imaginar el paso del tiempo, a preguntarme los espacios que quedan entre la distancia que nos separa y ese punto culmine de ilusión que mi percepción genera, en que sonreímos y el atardecer carcome la montaña.
Porque trato de intuir si el deseo es recíproco, solo trato. Porque en el intento solo pierdo la esperanza y en la esperanza no pierdo más que el intento de algo que no ocurrirá a menos que la suerte cambie. ¿Suerte la mía? No le veo ninguna suerte, a escribir por las noches, enterrado en mis sentimientos aquello que los demás desconocen. En desconocer se encuentra mi problema. ¿Alguien me conoce? La busqueda de la respuesta rebota en las paredes, quiebra la tranquilidad y se esfuma con el viento que desliza la cortina.

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En los vestigios de la noche, una amiga insospechada apareció sin chaleco antibala y le pregunte sobre su presencia en la madrugada. Sus contestaciones monosilábicas dejaron ver su malhumor reinante. Decidió no contarme que le sucedía, pero algo en ella se muestra frágil y me encantaría poder ayudarla, o tal vez, solo escucharla, que es de gran ayuda en momentos de tensión o de profunda tristeza.

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