miércoles, 13 de octubre de 2010

La oscuridad del cielo


Me desperté con el rumor de la lluvia. Las gotas chocando con la maleza, las veces de despertador en el oído, como susurros eternos antes de volver del mundo onírico y esa sensación de morir como destino edípico insoslayable. Los rulos enredados en la almohada y la aguja al alcance de la mano; oportunidad única de transcurrir en errores pasados. La imagen de la lluvia plasmada en la retina. Si supiera abrir los ojos todo sería fácil.

Me desperté sumido en un éxtasis irrefrenable de corazonadas y alucinaciones, dando vueltas en la libertad de una situación inamovible. Si supiera abrir los ojos podría escapar, pero soy libre. Aunque compartir este concepto de libertad perfecta con vos dentro de mí me condena. Una condena ejemplar, sin juicio previo, impuesta por los dictados inconscientes de las locaciones recónditas de eso que algunos literatos llaman alma; las alas de la razón.

Me pregunto si me desperté. No me mires. No hay puertas, salidas, ni ventanas al exterior, es todo oscuro pero si caminas nunca encontraras la pared, no tropezaras, no hay piedras de oro ni tampoco esferas, cuadrados, rombos, formas estructuradas por la mano. El hospedaje más cruel es aquel que carente de cortesía y de sabanas limpias te hace sentir único.

Veo el sol pero me perdí en el reflejo del mar en los ojos eternos que llevas en vos. Ahí está eso que busqué con ansiedad de mesías que todo solucionará. La oscuridad del cielo y el sol, como único referente que te ilumina mientras tomo tu mano entre las sombras.

Me desperté con el rumor de la lluvia. El agua chocando contra el vidrio y los dibujos de las formas acuíferas. El mar que entra por la ventana, el gusto soberbio de la sal en los labios, entre los brazos el amor, las depresiones disparadas al aire y la pasión de resucitar esa vieja obsesión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario