martes, 5 de octubre de 2010

Noche en el Boulevard

Escucho Fritha Alone de Camel y siento el cansancio caer, como aquel vaso de agua que al romperse disperso sus partes en el piso; nadie lo recogió y una duda comienza a surgir. La noche digna para esos cigarrillos en el boulevard de la República, entre la soledad y la humedad del pasto. Sentarse y mirar en busca de otras miradas que no estan, porque la sola lógica nos indica que es poco probable, que en una noche de destilados alcohólicos con humo y melancolía se presenten todos aquellos que estan. No estan. Estan.
La colilla quemada despide sus últimos aromas de alquitrán y arsénico como las familias despidieron a sus soldados en abril y jamas volvieron. Como llorar y sumarse al mar.
Sentado en el Boulevard de la República, el faro no ilumina como antes. Se apaga de a poco como las almas de la ciudad que los monstruos interfieren para aniquilarlas y disolverlas entre los ácidos de época y superficialidad. La trampa y el ratón dando vueltas.
Cuando la luz del farol se apaga por el viento que sopla, las hojas como única orquesta en la noche y todo como una imagen se difumina en mis ojos al encontrar los tuyos en la eternidad fuera del mundo fenoménico; lo racional logra la abstracción y veo que nos vemos sin darnos cuenta que estamos, dejan de significar las palabras y en actos impropios para la ocasión el silencio se rompe, como los cristales que sostienen el agua que una vez dividida espera morir para volver a encontrarse

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