lunes, 4 de abril de 2011

Lo que deja un fin de semana de abril.


En una nota editorial de principios de los 80, García Márquez le comentaba a sus lectores su humilde parecer sobre la actualidad del amor en aquel entonces. Decía (lo diré con mis palabras a falta del libro en la mano para copiar textualmente las citas correspondientes) que en los 60 fue la explosión del sexo y que ahora (por los 80) había una explosión del amor, más que sexo, amor, o una fusión de ambos con amor por sobre todas las cosas, y su papel como motivador de cambios en el mundo.

Me pregunto si ahora es posible un amor destructor que arrase con los males y de utopías hablamos. En una cena de pizzas con Bernardo y Raul cruzamos ideas sobre las cualidades positivas de la salsa y la solución comunista, muertes mediante, que calmaría la ansiedad y el hambre y el fin de la lucha de clases. Me doy cuenta que es una forma de amor y andá a saber si Bernardo lee esto me dirá que soy un "burgués romanticón y depresivo". Acepto la acusación si es que ocurre.

Me quedo con las respuestas, las acciones van a tardar en hacerse por si solas. Anoche escribí un mensaje a una bella dama sobre la posibilidad de encontrar más de siete estrellas en el cielo de la ciudad. Consiste en jugar a buscar estrellas en el cielo, sin desastres poéticos, solo el hecho científico de la luz que nos obliga a ver un cielo sin muchas cosas interesantes, excepto algún avión o si tuviéramos el placer me encantaría ver un zeppelin atajarse contra una torre de alta tensión provocando fuegos de artificio gratuitos a baja altura. El sentido de esto no es más que el bajar la vista y buscar luces en la ciudad, que entre tanta oscuridad iluminada, algunos soles revolucionarios andan dando vueltas por ahí.

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