Pollock |
Podríamos
recorrer el mundo caminando y sin dormir que el tiempo no sería un impedimento.
La eternidad de tu esencia no admite discusiones. Como tampoco admite mi
ansiedad la espera de verte otra vez, en cualquier lugar.
No hay un
día en que no andes por ahí, dando vueltas en mi, trazando mis días de marzo como
me dijiste una vez. Pienso en muchas cosas, trato de frenarlas a veces para no
asustarme, para no dejar que todo salga de repente. A veces no poder manejar
las variables nos vuelve locos y es ahí donde reside el secreto. ¿El secreto de
qué?
Me descubro
en las noches principalmente cuando de todos me alejo y si te hablo, creo que
te hablo, porque siempre te hablé, antes de saberte por ahí. Esa sensación de
infinidad se me vuelve extraña y me inquieta el placer que me genera, el
bienestar que me da ir conociendo algo que ya creo conocer. Ir descubriendo
algo que uno ya tiene en la memoria, en los recovecos del alma.
Ser los
personajes de todos mis libros.
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Nos vimos caminar en una plaza de Kandinsky, te encontré ahí. Hablamos un buen rato.
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