domingo, 5 de junio de 2011

Confesiones de un no tan frío miercoles por la noche

Los confortables vicios del fin de semana tienen sus consecuencias visibles en los días hábiles, para ser más exactos, el miércoles. Día como todos pero distinto a los demás, porque cada día, según las distintas teorías filosóficas que se despechan sobre el paso del tiempo, dicen que cada jornada es única.

Sumergido en algún lugar que desconozco su existir, algunos impulsos nacen sin aviso previo para entrometerse dentro de los asuntos de la realidad misma. Esos impulsos incontrolables que se traducen en acciones racionales que no son de mi apetencia, pues siempre causan algún arrepentimiento o problemas varios con uno mismo, que intenta reprimirlos sin éxito, logrando que se potencien aun más. Contradicciones propias de la raza.

Fue así, que cuando me dirigía en el vehículo motorizado de cuatro ruedas a buscar a un familiar de mi seno mas íntimo, me di cuenta que ninguna canción acompañaba el momento, y la noche, terca pero perfumada por las lagrimas celestiales, se hacía notar en forma de pequeños puntitos en el vidrio. Enterado de la situación de que solo el rugido del motor sería de la partida hasta llegar al objetivo, me entregue al proyecto de excavacación de mis sentimientos. El trayecto era corto pero preciso para sacar a flote problemáticas internas de vieja data, con algunos efectos de viejos quebrantamientos
amorosos, de nuevos amores que nunca fueron, de cualquier cosa que significó una pequeña marca por más microscópica que fuera.

Una vez estacionado, descorché el cinturón de seguridad. Una distracción camuflada de miedo me hizo notar la llovizna en el parabrisas, que lentamente iba llenando su cupo disponible para las gotas. En ese instante, los impulsos recién mencionados tomaron el control de manera momentánea. Tomo el celular, busco el contacto deseado, escribo el mensaje, presiono enviar, y crimen consumado. Las letras eran precisas pero desconcertadas, propias de una mente ansiosa y errónea: "algún día contestarás, mientras tanto, me dedico a admirar la lluvia en el parabrisas del auto".

La respuesta nunca llegó y tal vez nunca llegue, pero lo que no puedo descifrar, es el por qué del accionar propio. Pregunto: ¿ansiedad? ¿estupidez crónica? ¿irracionalidades propias del género? o ¿algo que esta un poco más adentro pero que no sale a la luz?. Pudo haber sido la nostalgia que genera un miércoles por la noche de lluvia, cargando en las espaldas un estado semi gripal leve, generado por la vida misma y el sobrepasar los limites físicos de uno mismo. Quizás fue el paso del tiempo que se hizo sentir esta semana el lunes por la mañana, y las distintas cosas que eso expulsó a la superficie . Parafraseando a Soda Stereo, "creo que nunca lo podré saber"

Nota: Un viejo texto, de septiembre de 2009. La época habla por si sola, el tiempo ha pasado y he cambiado tanto que solo una parte de mi se guarda en estas letras.

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