domingo, 14 de noviembre de 2010

Mis conclusiones de mediados de noviembre

El diccionario de la Real Academia define la retórica como "el arte del bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover". Las aguas azotaron el cuello cuando entendí la capacidad creativa, en pocas palabras, el material listo para ser expresado.
Un amontonamiento de ideas, sensaciones, recuerdos, visiones, vistas, acordes, canciones y diversas áreas conjugadas en algo inexpresable. Quiero decir algo que no se como decirlo. Genera un estado de pánico que cuando llega el frío uno lo analiza y piensa sin titubeos.

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Pensé en el arte del buen hablar, porque algo así le dije a una transeúnte irrelevante. No captó la idea, no era para ella ni para ninguna otra. A veces no hay nada para imaginar.
El lugar es vacío pero a la vez eterno. Las paredes que no son paredes son de color blanco o negro, azul, verde, rojo, amarillo, azul de nuevo y celeste sin el azul de la bandera. Nunca es el mismo color pero parado en el centro del centro uno puede ver todos los colores al mismo tiempo sin que ninguno se superponga. El centro que mencioné, es el centro. No hay forma de escapar al centro. Miro para todos lados, algo me dice que acá no hay absolutamente nada. Solía imaginar campos de flores. Esto que parece ser nada, en realidad es todo. El todo conformado por colores y un suelo que no tiene fin. No se si caigo o vuelo. A donde estaré, no sé. Lo único que se, es que esta es la descripción más exacta del amor que he logrado.

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