martes, 15 de febrero de 2011

Despertar (nota reflexiva)

Me presenté ante el teclado a las 14.05 horas en toda la República sin excepciones. La sucesión de días, se volvió constante y profunda, de inducciones sin sentido. Me cansaron los mecanismos de antonomasia y razoné, a base de esperar el tiempo justo, el verdadero significado de las cosas que en la actualidad se conjugan una tras otras, quitando el disfraz a los bufones.

Es el paso sublime antes de caer en el abismo o de saltar el vacío sin mirar y la sonrisa en la cara. El peso de los símbolos del pasado ha de ser eliminado y tomé los recaudos necesarios para que así fuese, el impulso irrefrenable, cataclismo y saltar. No colocar comas de más y el resaltador naranja sigue sin usarse y a su lado el plan de entrenamiento, hoy diez kilómetros carrera continua. Cuando uno encuentra en la cartuchera un escrache de corrector y ese apodo con el que alguna vez te nombraron, se lo carcomen las agujas del reloj, siempre en sentido de las agujas porque así me gusta dar la vuelta al parque.

Le tenía tanto miedo a los payasos y me rodearon toda la vida, sin darme cuenta, pintando de blanco la cara, roja la nariz, las hojas y el otoño su asesino serial de todos los años. Los colores, siempre presentes en la imaginación, la habitación celeste cielo y luego verde simpático y poco gruñon; el escondite a plena luz del día.

Algunos nunca sabrán que me sentí identificado con Bazarov y no preciso contarles. Identiqué los símbolos, esa energía malévola escondida detrás de lo que no existe. Una frase de Rousseau sobre los hombres y su perversidad, es natural y la llevamos con nosotros. La hoja de ruta no es la misma, si los espantapájaros espantan las palomas. Todos buscamos tener una Maga cerca.

Casi una declaración de principios o tal vez mirar para atrás por última vez y llevar un pequeño bolso con aquellos que valen la pena y los nombres escritos de los que volveré a ver cuando finalicen mis días.




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