lunes, 7 de febrero de 2011

Acordes mágicos en el aire

Jugar en la vereda y los colores del sol entre las hojas, se pierden en la retina, se guarda como recuerdo y se almacena para siempre. Vuelve de a momentos como golpes de nostalgia, que se disimulan para que nadie note el pensamiento.

Juega en la vereda y sueña con robar un cigarrillo, porque viste que los grandes fuman, nosotros también. Va quedando en el arbol, cada aureola que marcan los años. Si todo desaparece se acaban las contradicciones; la perfección del sistema.

Tirar una piedra, en caída libre desde la cima del barranco, esperar que se hunda en el río y sonreir de placer ante el triunfo conseguido. La tierra en las manos y se repite el ritual sin éxito, falta fuerza pero vas a llegar, tal vez nunca importe y no vuelvas.

Los símbolos impuestos y la rebeldía en la sangre, todo ha de quebrarse y renovarse en un nuevo orden. Pensabamos en el tiempo, cuanto falta, mucho, no era tanto. Escondíamos los cigarrillos porque mamá no sospechaba, nos enviciamos y luego lo dejamos o no nos vimos más, nunca lo sabremos.

Se pierde la conjugación verbal cuando el estado es superior a la realidad, todo aparece frente a uno, sin tiempo, sin horas, efectos del cansancio o que cada segundo se pierde o se gana. No ha de importarnos.

Acordes mágicos en el aire; sucesión de notas. Las lapiceras desparramadas en el escritorio, el teclado casi insonoro, y las letras que nacen una tras otra. Nadie llama, nadie habla.

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